Mis ojos se
concentran, mi mente fantasea incontrolable. El ficticio silencio cae sobre mí,
como una toalla empapada en susurros ajenos. Mis pies comienzan a retorcerse,
inquietos. Entonces levanto la
vista. Casi puedo ver las ideas revolotear a mi alrededor, y
ya no hay vuelta atrás; Los chicos que se ríen tras sus libros, jóvenes rebeldes…
atraen todas las indiferentes miradas que se cruzan sin ningún sentido.
Ahora me fijo en
ese señor mayor ¿acaso no se parece a Sócrates? Él siempre en el mismo sitio,
con los mismos libros enormes. Y de vez en cuando sorprende a todos a su
alrededor sentándose en el ordenador y demostrando su destreza con la informática. Que
hombre tan extraño, hasta en el sofocante verano de Sevilla lleva más de dos
chaquetas.
¿Qué más hay? Ah
sí, ese hombre tan extremadamente normal, al menos aparentemente… Demasiado
mayor para estudiar ¿qué hace allí entonces? Está escuchando música con unos
auriculares mientras su mente esta inmersa en la pantalla de su ordenador.
No puedo creer
que la neutralidad esté abandonando su rostro, parece un milagro que sus ojos
se hayan apartado de la
pantalla. Ahora está mirando hacia arriba, luego hacia un
lado, me atrevería a decir que está distraído. Sonríe con cierta nostalgia,
debe ser debido a la canción que está escuchando. ¿Será una canción que bailó
en su boda? ¿La primera canción que se aprendió de algún arista concreto? Quién
sabe… la curiosidad me invade viéndole sonreír de aquella manera.
Un roce en el
brazo me distrae, es la chica que está sentada junto a mi. Está estudiando
medicina y cirugía, vaya… a saber qué pensará de mi viéndome estudiar a Bécquer.
Tan solo soy una cría en medio de tanta gente mayor rodeada de libros.
Al fin y al cabo
en una biblioteca hay más variedad que en cualquier otra parte y eso me gusta.
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